Se apagó la ilusión del ascenso.
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Foto: Prensa GyE. |
Esperanzas renovadas. Solo algunos días bastaron para que florezcan luego de la finalización de la etapa regular de la Primera Nacional, en la que el Lobo había perdido la ventaja de la localía en la última jornada. Toda la bronca o la suspicacia es agua bajo el puente cuando empieza la famosa manija, bajo la ilusión que nos ha venido caracterizando durante tantos años. Y es que, digan lo que digan, esta campaña fue la primera en muchos años en darle el lugar que merece al Lobo como un grande de la categoría: pelear siempre.
A la vista un equipo humilde, romantizado en dicha humildad y mucho más ahora que se vio perjudicado por fallos arbitrales insólitos durante su participación en la Zona A. Quizás nosotros esperanzados no lo supimos ver, pero si había un contexto para que el Candombero se erigiera como favorito era, lamentablemente, este.
También parecía una buena señal los regresos de las piezas claves, la seguridad de Nicolás Dematei, la garra de Jorge Juárez o el desequilibrio de Francisco Molina. Con el once a priori ideal de la temporada, la obligación de ganar no parecía tan desafiante, anteponer los colores y la historia en aquel escenario precario ubicado en la Isla Maciel.
Cruel destino, que quizás castigó tempranamente ese orgullo inevitable. Tan solo pasó un minuto de juego para otra broma en el historial del universo en los últimos 15 años. Corrida de Iñaki Lartirigoyen por la derecha, marcado a todo rato por Francisco Maidana hasta tirar un centro. La pelota rebota levemente en el sanpedreño y desde arriba viene el fantasma de Alan Sosa. Si, quien se fuera hace algunos meses con sueños de Primera, abandonando también Jujuy esa seguridad que le había otorgado a su arco.
Joaquín Bigo, quien venía levantando su nivel desde aquel flojo comienzo, terminó por sellar su momento en la historia de Gimnasia, aquel que lo catalogará para siempre en la retina de la hinchada albiceleste. La pelota se le escapa y, con su última carcajada, el gol se le concede en contra a Maidana, a Jujuy.
1-0 abajo y claramente estaba todo definido, aunque todavía no se sabía. Realmente no hay nada más para decir. A diferencia de otros partidos, nada de lo que se destaque tendrá un uso posterior de análisis y práctica. Ni las tiros de Molina o de Hugo Soria, ni el travesaño de Agustín Palavecino y muchísimo menos las atajadas de Bigo. Bueno, tal vez si una jugada, la expulsión de Cristian Menéndez. Con su accionar el Polaco, al igual que el arquero pero en el otro extremo de la cancha, sintetizó lo peor de la campaña de Gimnasia: delanteros que no se contentaron con no sumar, sino que incluso restaron.
Así fue como nuestros fantasmas se aparecieron para señalar el fin de nuestro camino. La única excepción al principio que titula esta nota es la del entrenador, pues la influencia que pudo ejercer Matías Módolo en este partido no le hace justicia a la que si logró en los anteriores. De todas maneras, ¿importará?. Los números lo avalan, pero el trago amargo no termina de pasar.